martes, enero 20, 2004

La Cárcel

No se necesita ser muy listo para entender que la cárcel no es algo que esté de oferta en las agencias de viajes.
Un sitio así te endurece hasta límites que ni podías sospechar.
En el penal de Teixeiro ya no queda un solo tipo inocente.
El candor es lo primero que se pierde al entrar allí.
Un día me dijo un amigo que el capellán de la cárcel de Teixeiro abría las conservas con el crucifijo.
El prolongado aislamiento le cambió la actitud sexual a machos reclusos.
Un tipo que estuvo allí me dijo que en el penal de Teixeiro un grupo de reos atacó como una jauría a otro interno.
Le dieron una paliza de muerte.
Pero eso fue lo de menos.
El pobre infeliz reconoció que durante el contacto masivo con aquellos lobos,
sintió un terrible dolor y pese a todo, reconoció haber tenido una erección.
En sitios como Teixeiro, una paliza se considera promiscuidad.
Decía mi amigo que nos sorprenderíamos de los sueños de algunos reclusos.
Un tipo que llevaba 9 años internado en Teixeiro,
le confesó que estaba resignado a su suerte y que había aprendido a renunciar a la libertad.
Sólo le movía la curiosidad de saber cómo sería la cárcel por fuera.

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