lunes, enero 26, 2004

Matrimonio con hijos...

Acaban de publicar un estudio confirmando que en la sociedad moderna la vida familiar es un hecho a extinguir porque los matrimonios apenas conviven, raras veces tienen hijos y en casa sólo se enciende la cocina para evaporar la humedad de la vitrocerámica. En muchos casos, los trámites del divorcio son la vez que más rato pasan juntos los cónyuges.
Si esto sigue así, habrá que modificar la institución matrimonial para que la gente se case con separación de bienes y con separación de cuerpos.
Vamos camino de una sociedad así de sofisticada. Sé de una pareja que, nada mas casarse, salieron de viaje y cada uno consumó el matrimonio en un hotel distinto.
Personalmente me paso tanto tiempo en el ciber, que cada vez que cierro y me voy para casa, tengo la sensación de serle infiel al ordenador.
A raíz de reducirse la unidad familiar, fue preciso reconsiderar el concepto de familia numerosa. Puedes conseguir ese estatus con tres hijos. Antes te pedían cuatro y no sería de extrañar que a la vuelta de unos pocos años, se considere familia numerosa a un señor de más de cien kilos que acredite estar casado con una señora con bocio.
A la reestructuración de la unidad familiar contribuye mucho que los críos almuercen en el comedor escolar, si son niños, o en prisión, si tienen carné de conducir. La nutrición ha dejado de ser un factor de intimidad, como cuando nos daban de mamar nuestras madres. Los compromisos laborales de la mujer impiden la vieja lactancia y los bebés se crían con una leche farmacéutica que produce unos críos de crecimiento rápido y desproporcionado, muy vulnerables a los catarros y a la informática.
El resultado son dos generaciones de mujeres con la misma talla de sujetador que Leonardo di Caprio y que en muchas películas lo más erótico sea el escote del galán maduro y la lúbrica desnudez del pavo de Acción de Gracias.Dicen los sociólogos que ahora lo que hay es eso que ellos llaman "la familia desestructurada", o sea, un señor que trabaja a las afueras, una señora que ejerce dos provincias más allá y un crío que le llama mamá al conserje del colegio. Sólo se reúnen los domingos, que es cuando se discute de lo lindo y las parejas aprovechan para zurrarse y luego se sientan a la mesa con el niño y abren el correo en el que vienen los números rojos del banco y una lasaña que estaría mejor empleada si la usasen para pegarle los ojos al cadáver de la abuela.
Y luego está lo del esperma, que por lo visto es de pésima calidad y compromete la perpetuación de la especie. A veces conseguir la fecundación es algo tan surrealista como hacer fuego frotando dos pedazos de hielo. Ya no somos como nuestros abuelos, que incluso eran fértiles por correo...

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